Hay dos formas según las cuales puede uno hacer algún
tipo de referencia al abandono en general y al abandono particular
generalizado, entendido como aquel que, siendo vivido como una circunstancia particular
individual es en realidad un sentimiento enraizado en el común humano. Esto es
un comportamiento/sensación social, o aun más que eso, universal.
Universal en sentido que expresa una vivencia humana
que no admite diferenciaciones étnicas ni clasistas. Esto se enmarca en una
idea general sobre la categoría de hombre universal que comenzó en forma sistemática
con la ilustración, que por otra parte fue un movimiento muy positivo del cual
han emanado las mejores ideas.
Sin embargo podemos llevar dos caminos, el primer
consiste en transitar por la teoría psicoanalítica y otras variedades
academicistas que han hecho de la mente, la conciencia o lo que sea, un mecanismo
sistémico, entendiendo la universalidad de la peor forma posible. Esta visión estaría
atravesada por información erudita instalada en un conocimiento científicamente
construido con basamentos obvios en Freud, Lacan, etc.
El problema de esta primera apreciación es su
ineficacia. Ya que la angustia constituye un principio que ha sido estudiado en
detenimiento por estos sujetos sin llegar, no digamos a una solución,
entendiendo la probable incapacidad de lograr una solución, sino, mínimamente a
una idea relativamente acabada de algo más que, o bien una descripción vacía de
análisis, o bien a una encriptada prosa tecnicista, cuya función parecería ser,
en última instancia, esconder el fracaso o la imposibilidad de un avance serio
sobre estas cuestiones.
Una segunda alternativa de resolución de los problemas
derivados del abandono está en la poesía, practicada incluso antes del descubriendo
de la escritura (y de la maquinaria editorial), se asienta sobre la contemplación
tranquila de elementos naturales o semi humanos (como dios), que vislumbran una
salida al problema del abandono desde la óptica de la resignación, entendida
esta no como una derrota (que es probablemente la sensación más cercana al
abandono) sino como una necesidad de continuar un camino más allá de cualquier
circunstancia dolorosa particular.
En primer lugar me gustaría extenderme sobre la idea
de que la derrota es la otra situación que viene de la mano de la idea/sensación/sentimiento/etc
del abandono. Esto hace referencia a que, el ser abandonado (o con sensación de
abandono, pero este es otro problema) siente su pérdida real o ficticia como
una derrota. Pero no solo como una derrota personal, sino más bien como una
derrota de la humanidad al no poder dar cobijo a un alma. Notemos que hice un esfuerzo
por escribir humanidad y no sociedad porque intento continuar la línea de lo
abstracto, es decir, de que este es un sentimiento universal y por lo tanto se
maneja en el ámbito de lo abstracto.
Digamos que la idea de derrota se relaciona con el
abandono, con el abandonado y con el abandonante. El sentimiento se presenta
como fatalidad y como un vínculo que solo encuentra su dinámica o su representación
a partir de la figura de abandono. Es decir, una situación de abandono se
mantiene en el tiempo y la relación que se establece posteriormente (incluso
fuera del ámbito relacional abandonado abandonante sino que se esparce al
conjunto de las relaciones que el sujeto entabla donde fuera) quedas signados
por la cicatriz del abandono.
Derrota, fatalidad, dolor, angustia (fuera de la interpretación
del psicoanálisis) son las sensaciones que se experimentan como un continuum y
cuya metáfora más útil es la de la cicatriz, que al mismo tiempo se manifiesta
en el cuerpo de alguna forma (en rasgos, gestos comunes, en alguna cosa
compartida.).
La poesía, según considero, es probablemente el
mejor de los antídotos. Ahora bien, no la poesía escrita, impresa y vendida
(que generalmente es pésima literatura) sino la poesía entendida como una forma
de relación particular que el hombre entabla con el mundo (otra vez para intentar
alejarme del esquema sociológico quiero dejar en claro que es hombre y mundo
con mayúscula), unos anteojos que permiten observar las cosas tras un matiz distinto,
omitiendo juicios de valor, un matiz que se aparta de la figura clásica del
abandonado como un loco, desequilibrado, etc. para plantarse en el terreno de
un sujeto que tuvo una experiencia particular (generalizada) y que de algún modo
la transformo en otra cosa (o la misma) a partir de un vínculo con alguna otra situación
(llámese música, prosa, pensar en el colectivo. Todas cosas igual de
importantes,). La salida poética entonces, es entendida como un tipo de relación
particular que se entabla entre el sujeto y alguna cosa/actividad que permite
observar la realidad de alguna forma matizada, calma.
Sin embargo la figura del abandono es muy
interesante, muchos se preguntan si abandonar es un delito, yo me inclino a
pensar que es más bien un hecho inevitable y absoluto, repetido constantemente
por todos a partir, incluso, de la dinámica que adopta el reloj (tic, tac). ¿ Quién
abandona a quien, cual es la cicatriz y donde puede observarse; es un problema unidireccional?
Todo lo que podría contestar es que el abandono es una actitud, como la
tristeza, se relaciona con la fatalidad, con algún tipo de persecución laberíntica,
en fin con la vida misma.
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