El
espejo de mi casa guarda algo.
El me lo
dijo.
-Pero un espejo nunca es un
espejo,
Ni una sombra, ni un doble,
Ni tampoco es siempre el mismo,
Espejo.
Pero- El de azul me lo dijo,
El que
ilumina sus tinieblas;
Vino de
noche y me rasgo la piel,
Y me
hablo con paciencia y cuidado,
Diciéndome
del espejo, de lo que guardaba,
O lo que
poseía;
-La arena o el agua,
El mismo intimo origen maligno,
perverso,
Misterioso y vago-.
Vino de
noche,
-Broto de la misma oscuridad
Y la ilumino-.
No lo
entendí
Todavía
no logro entenderlo,
-Que era esa oscuridad y ese
fruto,
//Su significado//-
Me
enfrentó, plácido,
Fumando
en pipa,
-Con sus ojos celestisimos
(cristalinos), vacíos,
Sin más vida que su momento,
Eterno, como el reflejo
ovalado de un vidrio-.
Y lo
insulte, furiosa.
¡Viejo
azulado y maldito!
Pálido
como, la cara de un santo loco,
Salido
de cualquier tumba fresca esta noche.
¿Yo
quien soy?, ¿para qué me advertís?, ¿Qué oculto?,
¿Qué
misterio guardo en mi iris castaño?
Que es
lo que puedo ofrecerte.
***
Desde tu
silla, que ya era tuya,
De
espaldas a la ventana
//que guarda tu retirada//.
No sé
cómo, pero en vez de tirarte una zapatilla,
O a mí
misma,
Para ver
quien de verdad se esfumaba,
Quien
era puro vació ardiente.
En vez
de eso obedecí,
Me deje
seducir por tu sabiduría milenaria de muerto,
Y camine
un paso,
Y otro.
Entonces
lo vi, reflejado en el espejo,
A ese
que llaman como llaman,
//ese que desarma la belleza//
Ese que
es la suma infinita de los reflejos,
De las
eternidades heladas de reflejos.
Que
también me atrapa a mí,
Y fui
yo,
Casi
niña.
Ardí,
Grite enfurecida,
//ardiendo//
Y por eso quise arrancarle los ojos
Al viejo,
Pero
solo vi un viento ausente
Y una
ventana abierta.
La
irrealidad del momento
Dibujo
en mis ojos un error milenario,
Como un
puente o un abismo,
Que se
abre o se tiende con él,
En mi
reflejo.
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